**** Actualización 23/11/2013
Más de un año desde la última vez que estuvimos en La Muralla de Tijarafe y ante la noticia de que había habido cambio de gerencia, hemos vuelto a ese restaurante para ver si el cambio de dirección había mejorado el servicio y la oferta. Fiasco, lo que iba mal ha evolucionado a peor, no vale la pena escribir más, ahora sí, La Muralla de Tijarafe ha sido totalmente eliminada de mis mapas.
**** Publicado el 21/10/2012
La Muralla es un restaurante que está en el municipio de
Tijarafe en la isla de La Palma. Es un restaurante pequeño, pero de aspecto
agradable, que se encuentra ubicado en la parte alta del municipio y que al
tener un estupendo balcón, tiene unas envidiables vistas al mar.
La primera vez que estuve comiendo allí, hace cuatro
años aproximadamente, me gustó, el establecimiento estaba cuidado, limpio y
tanto la cocina como el servicio (atendimiento como le dicen en La Palma) fue
muy bueno. Si a esto le añadimos que los precios eran muy razonables, es fácil
adivinar que la relación calidad – precio era muy buena. Pues tanto nos gustó
que continuamos yendo un par de veces al año, unas veces solos y otras
acompañados por amigos.
Pero desde hace un año y medio, más o menos, sin
explicarnos muy bien por qué, el deterioro que, sobre todo en la atención y el
cuidado de la sala, ha ido sufriendo el establecimiento, poco a poco, lo ha
convertido en un lugar desagradable, descuidado, mal atendido por personas
rudas, sin modales, con falta de profesionalidad y con mucha ambición
(monetaria, no otra). La gota que colmó el vaso cayó el pasado mes de agosto,
cuando seis personas, entre amigos y amigas, como en otras ocasiones, quisimos
comer juntos y pasar lo que pensábamos y deseábamos que fuese un rato
agradable.
Era un día de calor y al entrar en el restaurante la
bofetada ardiente que recibimos fue impresionante, se estaba mejor en el
exterior que en el interior. Las ventanas estaban abiertas, pero el viento que
corría no era suficiente para “refrescar” el horno en el que estábamos; aire
acondicionado hubiese sido un buen recibimiento para los clientes, pero, estaba
claro que las personas que estábamos en ese momento en La Muralla, no teníamos la consideración de clientes.
Atropelladamente nos dieron las cartas y casi
inmediatamente querían anotar la comanda, se presagiaba mucha prisa y poca
condescendencia, pero bueno, nosotros cumplimos, al conocer el lugar casi todos
sabíamos lo que íbamos a beber y comer y pedimos nuestros platos rápidamente. A
partir de aquí, salvo en los postes que se demoraron en exceso, todo llevó una
velocidad vertiginosa, sin casi finalizar los primeros ya nos estaban empujando
con los segundos, pero las segundas bebidas no nos las traían. Mientras tanto y
a lo largo de toda la comida, además de las camareras, nos acompañaban las
moscas, decenas de moscas, en las copas, en los platos, por el mantel, las
manos, las nuestras, no paraban de espantarlas, alguna cayó en la cerveza sin
alcohol y allí se quedó pues el servicio, a pesar de haberlo solicitado, fue
incapaz de retirar el recipiente con el insecto ahogado.
Por fin llegó el momento de que pidiésemos los
postres, tardaron pero llegaron, la mayoría queríamos fruta, pero ¡sorpresa!,
no había fruta. No obstante, hicimos ver a la camarera que en el expositor de
productos refrigerados había melón y sandía, se disculpó y nos trajo nuestras
raciones. Antes de servírnoslas nos hizo saber que esa fruta estaba reservada
para los empleados del local y que, en aras de una buena atención, habían hecho
una excepción y nos daban “su” fruta. Siempre les estaremos agradecidos por la
deferencia.
Bueno y la guinda del pastel fue, y creerme si os digo
que estábamos deseando salir pitando de La
Muralla, cuando a la par que le pedíamos la cuenta a una empleada, llegaba
a la mesa otra de ellas con la cuenta y nos espetaba: “Disculpen, no es que
quiera echarles, pero hay mucha gente esperando, así que, aquí les traigo la
cuenta”. Por supuesto, pagamos.
Adiós La
Muralla, adiós, nos echaste para siempre, nuestros caminos no volverán a
confluir, las persona que tienes nos desatendieron, por eso te doy el título de
La Mediocre Muralla.
La Muralla es un triste ejemplo que se repite en
España por millares. La principal lacra que sufre el turista, nacional y
extranjero, en nuestro país, es la mala atención existente en la mayoría de los
establecimientos de ocio. Parece como si la transitoriedad de las personas que
utilizan bares, restaurantes, hoteles, salas de fiestas, parques de
atracciones, museos, etc., otorga patente de corso a los empresarios para
descuidar la atención que se le da a sus clientes y usuarios. Parece como si
esa transitoriedad y el no volver a ver a la persona que demanda un servicio,
justifica la falta de profesionalidad que, salvo excepciones, reina en el
sector turístico. Así las cosas, no es de extrañar que cuando preguntas a un
extranjero que qué impresión le ha causado España, la respuesta sea que muy
buena en cuanto a paisajes, playas, patrimonio cultural, etc. pero muy mala en
la atención recibida. Esa misma respuesta suelen darla los propios españoles
cuando hacen turismo interno.
Por otra parte, las administraciones no ayudan a
mejorar la calidad de los servicios turísticos al no tomarse en serio, mediante
una gestión ágil y contundente de las reclamaciones, las quejas de los
usuarios. Se le echa en cara al consumidor español, el poco uso de las hojas de
reclamaciones oficiales, pero es que las respuestas de los órganos competentes
(quizá debería decir “de los incompetentes órganos”), son tan peregrinas que
hacen buena la leyenda urbana de que reclamar sólo sirve para perder el tiempo.
Mi experiencia personal me dice que el 100% de las
veces (más de 20 casos) que he reclamado
formalmente en España, la administración ha pasado. Por el contrario, en las
veces que he tenido motivos para reclamar en distintos países de Europa,
siempre he recibido una respuesta satisfactoria antes de poner la queja por
escrito, ¿será que en esos países la administración si responde?
JC