La
Empresa Fantasma (o el abuso en la subcontratación)
Es bien conocido, en el entorno de las
tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), que en España existen
unos pocos cientos de empresas que a la sombra de otras (menos de 10 en el conjunto
del territorio) de mayor poderío económico y con mas prestigio en el mercado,
van subsistiendo, casi arrastradas y en una continua incertidumbre sobre a lo
que en un próximo futuro tendrán que enfrentarse para, ya no solo mantenerse en
el negocio, si no para no “desperdiciar” los pocos beneficios que hayan podido
obtener durante esos cuantos años a la sombra de sus referentes, en pagar
indemnizaciones a aquellos empleados que no hayan sido capaces de ilusionar al “capataz”
y por lo que, en consecuencia, darán con sus huesos en la calle.
Así es la vida en la jungla TIC, grandes
peces que en una falsa simbiosis, permiten que los deprimidos se alimenten de
sus descamaciones y así obtener sensibles mejoras en sus márgenes de beneficio.
Si analizamos a los intervinientes, nos
encontramos con al menos cuatro tipos diferentes de empresas, dos entre las “grandes”
y otras dos entre las pequeñas. Intentaré describirlas a continuación:
En este Primer Grupo tenemos a las verdaderamente
grandes, son aquellas compañías que conocen bien el negocio, durante años y
años han ido retroalimentándose de sus propias experiencias para definir un
marco de actuación y unas metodologías que mantienen en constante evolución,
marcan “estilo” e influyen para el cambio. Su éxito, tanto en prestigio como
económico, se sustenta en la calidad de sus propios profesionales, en el
desarrollo de la innovación y en la inversión. Desde la alta dirección,
sabiendo que su principal activo es el factor humano, se promociona la aportación
de ideas desde cualquier estamento, no hay diferenciación en cuanto al nivel de
experiencia, lo importante son las ideas. En este tipo de empresa la formación se
establece como característica intrínseca de la propia compañía y sus profesionales
son instruidos en el valor de lo que recibe el cliente y en altos índices de
exigencia. En general, la recompensa se establece vía mérito y desempeño, la
propia compañía fideliza al empleado y crea relaciones de larga duración, sin relegar
a nadie a la transitoriedad. Sus directivos proceden de aquellos que una vez
fueron sus propios aprendices. Más del 90% de su fuerza de trabajo es propia y
la subcontratación es residual.
En el Segundo Grupo incluimos a aquellas
empresas que manteniendo muchas de las características de las del Primer Grupo,
la subcontratación de profesionales de terceras empresas, constituyen el grueso
de su fuerza de trabajo. Por lo general estas empresas renuncian de alguna
manera al prestigio en aras de alcanzar volumen de negocio, capacidad de
facturación y diversificación del ingreso. En este tipo de empresas no se duda
en sacrificar el beneficio de sus servicios profesionales dado que serán compensados
por otro tipo de entregables con abultadísimos márgenes comerciales. La captación
de profesionales se realiza “internalizando” al profesional los proveedores
subcontratados. La compensación a sus propios empleados es sensiblemente
superior a la que reciben los empleados subcontratados. Este tipo de empresas
fomenta el empleo precario y se nutre de proveedores sumisos, normalmente
despreocupados de cualquier tipo de gestión de recursos humanos.
El Tercer Grupo enmarca a aquellas
empresas, por lo general pequeñas o medianas, que principalmente trabajan para
las de los dos primeros grupos. Dispone de sus propios procedimientos para la
gestión de las carreras de sus profesionales y se muestra exigente en ofrecer
servicios de alta calidad. Este tipo de empresa está comprometida con sus
empleados en base a un modelo de recompensa totalmente independiente de la
relación contractual con su cliente, esto se traduce en bajos índices de rotación
y en sentimiento de pertenencia y lealtad a la empresa que ayuda a modelar el
futuro del individuo. Este tipo de empresas aspira, con total convencimiento, a
pasar de ser una mera empresa subcontratada, a conseguir, con esfuerzo, calidad
y tesón, contratos directos con el receptor final de sus servicios, eliminando
intermediarios.
El Cuarto Grupo acoge a las empresas que
utilizan a sus profesionales con el objetivo único del lucro. Este tipo de compañías
no invierte, no innovan, no crean alianzas con sus propios empleados, éstos son
para ellas puras transacciones económicas de mayor o menor rendimiento. Los
empleados del Cuarto Grupo son aparcados en clientes para que estos dispongan
de aquellos a su libre albedrío. Es común, entre empleados de estas empresas,
escuchar que la realidad es que de esa compañía únicamente reciben la nómina;
la dejación es tal que, hasta las casi inexistentes subidas salariales, las dejan
en manos de la empresa cliente: “te subo
la tarifa para que le subas el sueldo a menganita”. Las empresas
encuadradas en este Cuarto Grupo son las que pueden denominarse “La Empresa
Fantasma”.
La Empresa Fantasma tiene una serie de
características en su ADN que la hacen inconfundible, como muestra se pueden
identificar las siguientes:
· Sus responsables no conocen el negocio de
las TIC, son meros intermediarios
· Ausencia casi total de contratos con los
receptores finales del servicio que realizan sus empleados
· La inmensa mayoría de sus empleados están
subcontratados por compañías que si conocen el negocio de las TIC
· Ausencia total de inversiones, excepto
para comprar otras compañías que engrosen sus cifras de facturación
· Ausencia de metodología para la gestión
de las distintas áreas productivas de las TIC
· Ausencia de equipamiento propio para sus
empleados
· Ausencia de procedimientos operativos
para la gestión interna de la compañía
· Desconocimiento por parte de sus
empleados de los distintos negocios que componen y son desarrollados por la
compañía
· Falta de empatía y relación con sus
empleados
· Ausencia total de un modelo de negocio
· Desarrollo reactivo del negocio, esperan
al acercamiento de clientes potenciales
· Aceptación de operaciones ruinosas y para evitar conflictos con el cliente
· Genera precariedad en el empleo y no
fomenta la complicidad entre el empleado y el empleador
· Ante la finalización de un contrato,
espera que voluntariamente “sus empleados” soliciten la baja para volver a ser
contratados en el mismo puesto que venían desempeñando
· Ausencia de responsabilidad social
Como conclusión podría decirse que La
Empresa Fantasma existe a la sombra de otras empresas que, aún necesitándolos y
para disminuir costes, evitan contratar personal. Como norma general, el
empleado de La Empresa Fantasma cobra sensiblemente menos que el equivalente al
empleado de la empresa cliente. La Empresa Fantasma es el paradigma de lo que
en España ha venido llamándose “cesión ilegal de trabajadores”.
La degradación progresiva del empleo en
el sector de las TIC hace imprescindible que sus profesionales eviten, en la
medida de lo posible fomentar el negocio de empresas fantasmas, aspirando a
ocupar puestos en compañías de los grupos primero al tercero.
JC