No
reconozco a esa España
Vivo en un país, esta España, en el que
una de sus señas de identidad es la destrucción. La destrucción nos encanta,
aunque nos perjudique, lo importante es fastidiar a quien sea, a cuantos más
mejor. Y sufrimos ese fastidio auto infringido con total satisfacción mientras
podamos contabilizar a otros como perjudicados.
Entre los distintos gobiernos de España,
alternativamente socialistas y populares, ha podido apreciarse ese signo de
identidad español, que es el “fastidia todo lo que puedas”, el votante te lo
agradecerá. Así se han comportado los gobiernos de España durante la etapa
democrática, es más, como estaban justos de representación, sociatas y los
descendientes directos del régimen franquista, dejaron el gobierno de España en
manos de los nacionalistas, vascos y
catalanes, los designios del resto de la ciudadanía. Lustro tras lustro,
alalimón, otorgaban privilegios a ambas comunidades para mantenerse en la
poltrona.
Fue en esta última etapa del partido
popular, el aglutinante de la extrema derecha española, cuando el autista
Rajoy, escondiendo la cabeza bajo del ala, ignoro, o mejor dicho, no quiso
afrontar al monstruo catalán alimentado durante los últimos cuarenta años.
Eludir el problema, tener la ilusoria convicción de que el tiempo lo
disolvería, ha sido la nefasta gestión de un individuo que ha brillado por su
propia mediocridad y al que hay que reconocerle la capacidad de alinearse con
los mediocres ciudadanos que, a pesar de las más que palpables muestras de
corrupción, ha seguido dándoles soporte con sus votos.
Bueno, así es España. Lo que no llego a
reconocer es a esa España que los separatistas catalanes, principalmente
puigdemones, junqueras, roviras, tardás, rufianes, etc, pintan y proclaman a
los siete vientos.
Vivo en un país, España, que desde hace
lustros ha demostrado la capacidad para integrar a todos. Esta España integra
hasta a quien quiere desintegrarla. Es por eso que me cuesta reconocer, por que
no lo veo, a esa perversa España desde la cual algunos separatistas catalanes,
incontinentes e irrespetuosos, proclaman falta de libertades.
Los españoles llevamos más de cuatro años
soportando el estúpido discurso de aquellos que no quieren pertenecer a España,
nadie les obliga a sentirse realizados en nuestro país, pero no por eso debemos
de permitir que desprecien la querencia de la mayoría de la población, la
unidad.
El último gobierno catalán ha despreciado
la ley, la ha violado, ha querido generar una excluyente cataluña (sí en
minúsculas) en la cual la mayoría integrista quería a la merced de una minoría violenta.
No reconozco a la España que pinta
Puigdemont, tampoco reconozco a la España a la que le da miedo la libre expresión
de sus ciudadanos, pero sí que me congratulo con una España que apoyándose en
sus leyes, impide la imposición por las bravas de las tesis de una minoría.
JC