España, para la consorte de un afamado futbolista
inglés que anduvo por estos lares hace algunos años, olía a ajo, ¡menuda
estupidez!, “España huele a ajo”, ¡qué cosas dicen algunas!
Para mi España, en días como el de hoy, España huele a
rancio, sí, a rancio, ¡menuda estupidez!, cómo se puede decir que España huele
a rancio.
Para mi, este país, envuelto en una falsa aureola de
modernidad, está gobernado por personas taciturnas, tristes, acomplejadas e
incapaces de sacudirse de encima determinados complejos que desde hace siglos
son el marchamo del gobernante hispano. El gobernante hispano, en su interior y
no sin razón, es consciente de que no hace todo lo que debiera para que sus
gobernados disfruten de una existencia un poco más amable. Tan consciente es el
administrador de lo público de nuestra España, de su mal hacer, que en fechas
tan señaladas como la de hoy, desaparece de la vida pública para permanecer
escondido al no atreverse a enfrentarse a las heridas que por su nefasta
gestión han quedado abiertas.
La herida de hoy se llama Yak-42. Para mi Yak-42
significa: vergüenza.
Hoy hace diez años, 75 personas, 62 de ellas militares
españoles dejaron de respirar por la desafortunada decisión de ahorrase unos
pocos de miles de euros, en la repatriación a su país, de esas 62 personas que
tuvieron el honor de ser los elegidos por sus mandos para llevar a cabo una
misión bélica en un inhóspito país llamado
Afganistán. La globalización, las alianzas internacionales y la “defensa” de
nuestro “modo de vida”, de alguna forma, obligaron a que algunos de nuestros
conciudadanos fuesen garantes del orden “estadomundial”.
Como todos aceptamos, un accidente es un suceso
inesperado, y este no pasaría de ahí si no se hubiese obviado la imprescindible
supervisión de la seguridad de nuestros militares y se hubiese confiando a
nuestras propias fuerzas aéreas, el transporte de esos conciudadanos que se
encontraron con la muerte, cuando en sus mentes soñaban con el calor del abrazo
y el reencuentro con sus familias.
A raíz del accidente y cuando las familias de esas 75
personas sufrían el dolor de la pérdida de sus hijos, cónyuges, padres, tíos,
primos, sobrinos etc., no podían imaginar la mezquina actitud de un gobierno,
en este caso del Partido Popular, que encarnado en un indigno Federico Trillo, les
haría sufrir aún más y que hoy, diez años después, nuevamente bajo un gobierno
del Partido Popular, volverían a sentir en propia piel el desprecio que ya en
su día el hoy embajador de España en el Reino Unido, les demostró.
El gobierno de España, liderado por el autista Rajoy,
deliberadamente y para evitarse un mal momento, ha querido olvidar a estos 62
españoles que diez años antes, esperando llegar a su país para pisar tierra
amiga, quedaban inertes en tierras turcas.
España, los gobiernos de España y nosotros, los
españoles, no llegaremos a ser grandes mientras, mediante gestos de humildad,
no lleguemos a ser capaces de reconocer y reparar nuestros errores. Este del
Yak-42 ha sido uno de esos errores, y mientras la ciudadanía y una parte de los
políticos españoles hemos dignificado a nuestros militares, el acomplejado
gobierno “mariano”, vuelve a oler a rancio, hedor que “un fuerte levante” no ha
disipado aunque el Trillo vegete a nuestra costa en la capital británica.
Mi admiración por la tenacidad de los familiares y
amigos de las víctimas del Yak-42
JC.
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