Retales, chapuza y pastiche
Actualización
16/04/2014
Al parecer estos cursos de formación sí son de buen
provecho, presuntamente organizaciones empresariales, sindicatos, partidos
políticos, empresas ficticias e incluso particulares, aprovechan los dineros de
nuestras aportaciones e impuestos para incrementar su peculio.
No hay responsables, no hay dimisiones, una justicia
lenta y timorata se muestra incapaz para atajar el tsunami de la corrupción
política, sindical y empresarial.
Los españoles a pagar y sin posibilidad de
descontarnos de los impuestos todos esos dineros que no han llegado a su
legítimo destino.
Como
dijo es cantautor: “Retales, chapuza y pastiche / Remiendos, tapujos y parches
/ Todo funciona a pegotes / Qué carnaval, qué pitote / Vaya chapuza que hay…”
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Hoy toca hablar un poco de los cursos de formación que
con cargo a las aportaciones de los trabajadores
y las empresas, además de fondos europeos y nacionales para la promoción del
empleo, conforman una oferta tan amplia como poco aprovechable, a tenor del
artículo publicado en el diario El Mundo:
(http://www.elmundo.es/economia/2014/01/31/52eae207e2704ee35d8b456d.html?goback=.gde_2541246_member_5834930754538213380)
el día 31 del pasado mes de enero y que ha abierto un
interesante debate
(http://www.linkedin.com/groups/cursos-p%C3%BAblicos-formaci%C3%B3n-fueron-in%C3%BAtiles-2541246.S.5834930754538213380?view=&srchtype=discussedNews&gid=2541246&item=5834930754538213380&type=member&trk=eml-anet_dig-b_pd-ttl-cn&fromEmail=&ut=2r3LCR9U85_C41)
iniciado por Manuel
Pastor a través del grupo “Directivos de España” existente en Linkedin (
http://www.linkedin.com ).
Esos cursos de formación tienen dos tipos de
financiación diferenciada:
Una es privada, procede de las cuotas que los
trabajadores y empresas aportan a través de las nóminas y cuyos fondos son
gestionados por la Fundación Tripartita para la Formación en el Empleo,
integrada por sindicatos, confederaciones empresariales y la administración
general del estado.
La otra financiación procede de fondos aportados por
la Unión Europea, el Gobierno del Estado, las Comunidades Autónomas e incluso
los Ayuntamientos.
El resultado de todas estas distintas fuentes de
financiación se traduce en aportaciones de miles de millones de euros y que
según el artículo mencionado anteriormente, parece ser que no están siendo
aprovechados en la medida que debería esperarse.
Mi opinión al respecto coincide en gran medida con la
expuesta en el análisis periodístico y me gustaría aportar mi punto de vista
sobre el, cómo poder mejorar la utilización de los dineros de todos, para
recuperar la inversión realizada en esa importantísima tarea que es la
formación para la reintegración laboral de las personas desocupadas y el
mantenimiento de conocimientos para aquellas otras personas que ya disponen de
un puesto de trabajo.
En primer lugar hablemos de la formación a las
personas desempleadas, personas que, a través de los servicios públicos de
empleos de las comunidades autónomas, voluntaria o de forma obligada, se
inscriben a cursos de formación con la esperanza de llegar a tener la
posibilidad de obtener un puesto de trabajo que les permita zafarse de esa
especie de situación límbica en la que se encuentran.
Los servicios públicos de empleo disponen de un
catálogo formativo que se me antoja tan amplio como ineficaz para conseguir los
objetivos esperados. Esa oferta formativa no deja de ser una recopilación de
cursos, impartidos por proveedores homologados, que sin responder a necesidades
reales del mercado de trabajo, parecen estar mayormente orientados a, por un
lado, dejar constancia de que las administraciones hacen un esfuerzo por formar
a los trabajadores y por otro a mantener a un conjunto de empresarios
especializados en este tipo cursos.
En mi opinión, los servicios públicos de empleo no
hacen su trabajo, en mi opinión ese trabajo debería ser, en primer lugar
recabar de los empleadores las necesidades de incorporación que tienen a medio
plazo y cual debe ser el perfil profesional de esas personas que necesitará en
el futuro, en segundo lugar, los servicios públicos de empleo deberían de
desarrollar el currículo formativo que se necesitaría para cubrir la demanda,
participárselo a las empresas y obtener de estas un compromiso contratación
acorde a sus necesidades en los plazos establecidos. En tercer lugar los
servicios públicos de empleo deberían de seleccionar a aquellos candidatos más
idóneos para cada puesto de trabajo, ayudando principalmente a las personas con
mayores dificultades para la vuelta al mundo productivo. Esta es la única forma
y fórmula para que la inversión realizada en formación invierta las cifras de
incidencia en la colocación de las personas, no es soportable un modelo de
formación orientada al trabajo que se muestra inútil en el 90% de los casos.
En cuanto a la formación de las personas empleadas,
formación que puede estar siendo pagada por las propias empresas o mediante
subvenciones, no tienen porque llevar emparejada una mejora inmediata de las
condiciones económicas del trabajador. La formación continuada en el empleo
debería permitir adquirir mayor destreza en los desempeños, pero no siempre es
así por lo inadecuado del curso para el entorno profesional del formado. En
ocasiones las empresas y los propios trabajadores yerran en la asignación o
elección de cursos debido a la perversa moda de ofrecer formación porque así lo
hacen las empresas “guays”, porque hay que justificar un número anual de horas
de formación o porque se han desarrollado unos planes de carrera que son
acompañados por una estandarización de la formación que en determinados casos,
más numerosos de lo que parecen, llega tarde al disponer el participante de un
dominio de la materia, en base a la experiencia, superior a la que la acción
formativa le aporta.
Por otra parte, cuando la formación en el empleo sí
está adecuadamente planificada en tiempo y contenidos, aunque no tenga una
recompensa inmediata, prepara al individuo para enfrentarse a nuevos retos
profesionales y será a partir de ese momento en el que estará recogiendo los
frutos del esfuerzo y del sacrificio realizado en el pasado.
En resumen, la impartición y aprovechamiento de la
formación para el desarrollo profesional o para la consecución de un puesto de
trabajo, es algo que trasciende mucho más allá de un puñado de cursos que debe
estar en el catálogo de cualquier servicio de empleo o empresa que se precie,
la formación en el trabajo debe orientarse a necesidades concretas, debe
impartirse en el momento preciso y los dineros invertidos deben ser recuperados
por la sociedad vía mejoras de la productividad. Todo lo que no se ajuste a
estos criterios, en mi opinión, es desperdiciar los dineros de los ciudadanos y
una grave irresponsabilidad por parte de aquellos que deben velar por el
aprovechamiento de los recursos comunes.
Por último, tengo la extraña sensación de que en
España, y desde diversos organismos públicos nacionales e internacionales,
llueven millones de euros que están siendo malgastados por la falta de rigor y
la improvisación de las personas que tienen la obligación de darles un uso
responsable.
JC
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