Me preguntaban ayer
Me preguntaban anteayer, que cómo veía yo a los
catalanes, la verdad es que me sorprendió la pregunta, ¿a los catalanes?, ¿por
qué me hacéis esa pregunta?, y en ese momento, en reflexión interna, proceso:
podían haberme preguntado por los madrileños, que es con los que vivo el día a
día, podían haberme preguntado por los andaluces, de allí era mi madre, podían
haberme preguntado por los asturianos, pertenecen a una de las tres regiones
que más me gustan, podrían haberme preguntado por los canarios, crecí en La
Palma y me siento muy unido a ella, podrían haberme preguntado por los
castellanos leoneses, con ellos trabajé durante más de dos años, podrán haberme
preguntado por los maños, mi familia paterna es de Zaragona, pero no, tienen
que preguntarme por los catalanes. De repente caigo, mi abuela, mi abuela era
catalana, y en la provincia de Barcelona tengo familia, un hermano, sobrinos,
primos con los que pasé épocas estupendas, allí vivieron también mis tíos y mi
abuelo: ¿sabrá esta gente de mi conexión catalana?, eso me animó y esta fue mi
respuesta.
A los catalanes, les dije, la verdad es que (muy
madrileño esto) los veo como al resto de los españoles con los que he tenido la
suerte de relacionarme, quiero pensar que las cosas que les preocupan son
bastante normales, como a las personas del resto del país.
Los veo como supervivientes en un mundo llego de
felinos que acechan para quitarte la mísera tajada con la que intentas
alimentarte.
Los veo como padres responsables que quieren darles a
sus hijos la mejor educación para que posteriormente sean capaces de labrarse
un futuro en el árido territorio en el que nos han recluido, como a los indios
en esas reservas que les preparaban los “hombres blancos”.
Los veo con esa necesidad que todos tenemos de
alejarnos de nuestro propio ombligo para evitar caer en el auto-ensimismamiento
que quedar aislados en nuestra propia jaula.
Los veo con el temor de tener que alejarse de su
tierra y buscar el modo de vida lejos de donde han nacido.
Los veo con la misma pasión que el resto de los
españoles cuando de futbol y de deportes se trata, esperando siempre la
victoria del equipo más cercano.
Los veo con el orgullo de pertenecer, de haber nacido
o vivir, en una determinada región que tiene sus propias particularidades o
idiosincrasia, su cocina especializada en base al producto local, su particular
forma de hablar y de pensar, sus playas y sus montañas, sus pueblos, sus
ventajas y sus inconvenientes.
Los veo normales, veo a personas como yo, con el mismo
coraje, los mismos retos y con los mismos miedos.
Mis interlocutores no interpretaban lo yo que estaba
diciendo y me interrumpieron, - no, no, te preguntamos por tu opinión sobre lo
que ha dicho Mas, el president, por
la manifestación del lunes en la que se pedía la independencia, …, en ese
momento comprendí, se confundían entre lo que a una parte de los catalanes les
gustaría y lo que les preocupa a la mayoría de los catalanes.
En ese momento de la conversación cambié mi discurso
para hablar de políticos, ese mal que nos azota y que sin embargo se hace tan
necesario para que las cosas funcionen, que hasta tragamos con listas cerradas,
partidos que eligen a dedo a quienes las forman, corruptos que son aceptados
dentro de la organización con tal de que les mantengan en el poder, el
nepotismo con el que nos arruinan a la mayoría para enriquecer a sólo unos
pocos.
Todo lo que ha pasado durante esta semana en
referencia a la nueva ola de independencia que los políticos catalanes se están
encargando de propagar a derechas e izquierdas, obedece más a un pataleta de
niño maleducado y resentido que a una convicción (que no digo que no los haya
convencidos) del presidente de la generalidad y los partidos catalanes que
desde el inicio de la transición han venido manteniendo el ascua al lado de su
sardina, aprovechando la necesidad que los distintos gobiernos han tenido de
contar con los votos de minorías para poder mantenerse en el poder.
Artur Mas, en mi opinión se equivoca, amenaza con
hacer lo que tienen que hacer (como Rajoy),
para ir construyendo las bases de un estado que, en un plazo
indeterminado, permita a Cataluña convertirse en la gran nación a la que
siempre han aspirado algunos catalanes. Y creo que Artur Mas se equivoca porque
el sabe, como yo, que cuando alguien tiene una convicción real de lo que debe
hacer para conseguir sus aspiraciones, las amenazas sobran, el único camino es
echarse a andar, dentro de la ley por supuesto, en dirección a la meta y sin
desfallecer a lo largo del tortuoso camino que queda por delante.
Pero Artur Mas ha optado por la amenaza y, en mi
opinión, ha dejado al descubierto toda su debilidad. Artur Mas amenaza porque,
al sentir el rechazo de papá a su querencia, ha quedado en evidencia la falta
de capacidad de su gobierno para afrontar los compromisos económicos que se le
abalanzan en los próximos meses y quiere amedrentar al autista Rajoy para que,
como ya ha pasado muchas veces anteriormente, suelte la mosca y resuelva el
marrón que a la generalidad se le viene encima. Artur Mas sigue con la receta
de llorar, llorar, llorar para conseguir en lugar de aprender de los ciudadanos
catalanes que afrontan sus problemas con la responsabilidad que es debida.
Tanto en Cataluña como en el resto del estado, hemos
llegado a la situación en la que nos encontramos por la gestión de políticos
indecentes que durante lustros han querido vestir con organdí el detritus que
estaban gestando, sin tener en cuenta que por el entramado de la tela acabaría
por salir toda la porquería. Ahora los ciudadanos seremos los encargados de
recoger todo ese desperdicio y los escobones de nuestros euros, para los que la
casta política tendrá preparados grandes sacos, serán los que resuelvan toda
esta incompetencia.
Y paradójicamente, como premio al desprecio a los
ciudadanos que los políticos muestran en los periodos entre elecciones, un
porcentaje muy alto de ciudadanos volverán a introducir en urnas electorales,
papeletas, confeccionadas por partidos políticos, que volverán a estar
infestadas de mediocres personas que se alimentarán chupando directamente de
nuestras yugulares.
Antes de acabar: Por mi parte creo en la legitimidad
de que los habitantes de una región quieran ser independientes, regiones de
países, provincias de regiones, comarcas de provincias, ciudades de comarcas,
barrios de ciudades, calles de barrios, manzanas de calles, edificios de
manzanas y así hasta llegar, como decía una simpática campaña publicitaria, a
la republica independiente de mi casa o de mi habitación o de mi sillón. Pero
esa independencia siempre tendrá que ser obtenida utilizando las herramientas
que el sistema nos brinda y con el poder de la persuasión.
JC
Publicado el 22 de septiembre de 2012
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