¡Vivamos
sin Cataluña!
Son ya muchos, demasiados, años
escuchando el cansino martilleo de la catalanista independencia, un continuo y
diario machaqueo de un conjunto minoritario, aunque no despreciable, número de
catalanes que no quieren compartir nacionalidad con el resto de españoles.
Son ya muchos, demasiados, años
escuchando las mismas y desidiosas palabras de los distintos gobiernos de
España, en la que se amenaza con la ley (como en cualquier cuento de Kafka) a
cualquiera que ose tener delirios de independencia. Muchos años ya atemorizando
con medidas de suspensión de la autonomía si, desde la legítima capacidad
humana para intentar desarrollar su existencia de acuerdo a los propios
intereses, un grupo minoritario de catalanes, no desisten de intentar desgajar
lo que creen que es sólo suyo, de lo que es de todos nosotros.
Estoy convencido de que en la situación a
la que se ha llegado, estamos por ineptitud de unos que no han sabido plantear
sus postulados adecuadamente y de otros que esperaban que los clamores de los
primeros, en algún momento, se los llevaría el viento. Si nuestros
representantes no hubiesen sido timoratos y cobardes, y nos hubiesen pedido a
los ciudadanos que manifestásemos nuestra querencia, este asunto se hubiese
zanjado impecablemente.
Desde los albores de la democracia post
franquista, la sombra de la secesión ha planeado sobre España, ha sido una
constante e ignorada cuestión para nuestros parlamentarios. Legislar, con
amplio consenso, el marco mediante el cual cualquier comunidad de las que
conforman España puede plantear un proyecto de independencia, hubiese concluido
la formación definitiva de un Estado realmente cohesionado. Puntos como, ¿cómo
se inicia un proceso de secesión?, ¿qué porcentaje de apoyos debe tener en la
cámara autonómica?, ¿qué porcentaje de aceptación deberá exigirse para el
refrendo de los ciudadanos?, ¿qué se perdería/ganaría en relación con la
situación de partida?, etc., deberían estar perfectamente definidos. En España
nos falta sentido de integración y esa carencia, desde mi percepción, es debida
al mezquino sentido de propiedad y de imposición de la que han hecho gala desde
los más demócratas hasta los más autoritarios de los gobernantes.
Pero estamos donde estamos y en este
punto, al igual que a finales de los años 70 y durante los 80 del pasado siglo
se comenzaban a potenciar las relaciones pre matrimoniales para conocer un poco
mejor que sería aquello de la vida en común, hoy deberíamos comenzar a poner en
práctica aquello que podríamos llamar: “RELACIÓN PRE SECESIÓN”.
El nuevo gobierno de Cataluña parece que
tiene la firme convicción de gobernar en contra de la mayoría de los catalanes,
y como los gobiernos de Cataluña, y los nacionalistas, siempre se han
comportado como interesadamente leales españoles (por no llamarlos directamente
desleales), está claro que para el resto de los españoles, esto nos va a costar
y nos va a costar mucho.
Bueno, todo esto es finalmente para decir
que: desde este momento y hasta que toda este lío del independentismo catalán
se desenmarañe, lo único que me importa de Cataluña es mi familia. Por lo
demás, en esta Relación Pre Secesión que hoy comienzo, me desconecto totalmente
de Cataluña, quiero comenzar ya a conocer cuál sería la realidad sin esa parte
de España que tanto quiero, pero que una minoría de sus habitantes, a mi no me
quieren. Aunque espero que, como siempre, Cataluña siga en mi país.
JC
Entonces asumes que eso que tú llamas una "minoría" te ha vencido. Y lo ha hecho no con argumentos, sino con gritos. Te has cansado de escucharlos y "desconectas".
ResponderEliminarPermíteme que te diga que esta no es una lucha identitaria, sino una lucha por la igualdad de todas las personas y que los independentistas catalanes son una farsa. Lo que son, en realidad, es nacionalistas catalanes; que no es lo mismo. El nacionalismo conlleva la tiranía de sus formas y de su fondo en la imposición a los demás de sus conceptos de "pueblo", "patria" o "nación" y a partir de ahí dividen la sociedad en dos: la de ellos y la de quienes se les oponen que, por supuesto, son considerados "antidemócratas" en un arabesco más de la lengua de los muchos que han conseguido imponer con su cansino discurso lleno de chorradas sentimentales, con las que pretenden hacerse los dueños de algo que no es un "pueblo" ni una "nación", sino una sociedad en la que todos deberíamos tener los mismos derechos y que los nacionalistas niegan.
Eres libre de renunciar a Cataluña, dentro de tu comodidad de estar viviendo fuera de ella. Yo vivo dentro y esperaba y sigo esperando la implicación de todos en la defensa de unos derechos comunes y no la dejadez de aquellos a los que les da igual que en una parte de su propio estado se imponga el totalitarismo.
Y no se te ocurra pensar que eso nunca te afectará, porque los nacionalistas ya están pensando en ampliar su proyecto y reclamar otros territorios que consideran "suyos".
Como siempre, la cesión ante los totalitarios es precisamente lo que nos lleva al conflicto.
No firmo anónimo, pero tampoco quiero dar mi perfil.
Mi nick es "Waldgang Sinremedio" y participo en los foros de "El País".
Saludos y hasta pronto.
Te has quedado en lo superficial, creo.
EliminarTotalmente de acuerdo con Waldgang. No es una cuestión afectiva(que también), es una cuestión de libertades, de que ningún nacionalista nos convierta en extranjeros en el resto de España ni a vosotros ningún facineroso os convierta en extranjeros aquí. Los sentimientos nacionalistasno justifican reducir el espacio cívico, económico o vital de las personas. La secesión es antidemocrática porque atenta contra el derechoa la igual partic ipación de todos los ciudadanos en la cosa pública. Y es reaccionaria por su tufillo etnicista
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