Sobre CRÓNICA DE MEDIOCRES

Lo he llamado Crónica de Mediocres porque creo que la mediocridad es una de las palabras que mejor definen el momento en el que vivimos. La vida pasa deprisa, las oportunidades también y entre ambas dos no hay tiempo para mejorar nada, es más, lo mejor penaliza, no se compra, la calidad se desprecia.

He elegido esta foto porque de alguna forma refleja lo antedicho, primero porque está algo borrosa, no se ve con claridad, y segundo porque para mi, esa araña es la representación de la mediocridad y su tela es el entramado en el que los mediocres caerán, caeremos, y desde la cual impedirá que escapemos, sólo unos pocos conseguirán salir, seamos nosotros.

Espero que os guste y para hacerlo más atractivo, podéis dejar vuestros comentarios picando en el título de cada entrada.

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12 marzo 2019

Crónica de Mediocres 87


10 Buenas Prácticas para la Gestión de Servicios


GESTIÓN DE SERVICIOS TIC

La estandarización de las distintas funciones ofrecidas desde las direcciones de TI en las empresas ha desembocado desde hace más de una década en la formalización de servicios que engloban tareas, en su mayoría operativas, con un alto nivel de recurrencia y que hoy en día han llegado a ser consideradas como un bien de consumo más. Es por ello que con carácter general, las empresas y corporaciones acuden a la participación de terceros con la finalidad de delegar, bajo un modelo de servicio gestionado, determinadas funciones que, aun siendo necesarias e incluso críticas para el mantenimiento de su negocio, debido al alto grado de madurez en la ejecución de las mismas, generan unas eficiencias difícilmente obtenibles utilizando capital humano propio.

La agrupación de ese tipo de tareas, a menudo, desemboca en el establecimiento de los llamados servicios. Estos servicios pretenden un aislamiento relativo de lo que puede ser considerado la actividad del día a día, con respecto a otro tipo de funciones más estratégicas que por su propia naturaleza tienden a aportar un mayor valor para la evolución de los objetivos de las compañías.
El presente artículo pretende, en base a la experiencia de su autor, exponer los diez puntos fundamentales que deben tenerse en cuenta para el desarrollo exitoso de los llamados Servicios Gestionados. Si bien la experiencia del autor se centra básicamente en las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, las buenas prácticas aquí enumeradas, y que ha querido limitarlas a diez, pueden ser extrapolables a la gestión de cualquier tipo de Servicio.

Para establecer un marco común con el lector, definiremos “servicio” como un conjunto de actividades previamente definidas, limitadas en el tiempo y objetivamente medibles, mediante las cuales el cliente y sus usuarios reciben, en base a una remuneración predeterminada, un determinado producto o conjunto de éstos, de acuerdo a un estándar de calidad y periodicidad, mutuamente establecido entre el cliente y el proveedor.

1.         ¿QUIÉN NECESITA UN SERVICIO?

Un buen gestor de servicios, para enfrentarse a una práctica exitosa, debe comprender cuál es el verdadero objetivo de la empresa que tiene por delante. En este sentido se debe asumir que por encima de los retos personales y/o empresariales, que en buena lógica deberán traducirse en prestigio y recompensa económica, está la obligación de cubrir las necesidades del contratante del servicio. En otras palabras, personal y empresarialmente nuestras necesidades quedan en un segundo plano, por muy capacitados que nos veamos o por el hecho de disponer del mejor producto que pueda imaginarse, la verdadera necesidad la tienen nuestros clientes y es por ello por lo que están dispuestos a pagar. El cliente paga por un producto, no por, aunque lo comprenda, engordar nuestra cuenta de resultados.

2.         CÉNTRATE EN LO QUE TE HAN PEDIDO – CATALOGA LA ACTIVIDAD

Suele ser bastante habitual que en respuesta a peticiones de servicio, las empresas quieran impresionar a sus clientes añadiendo otro tipo de actividades y/o prestaciones complementarias que, pudiendo ser de utilidad, desvíen la atención sobre el objeto principal de la necesidad demandada originalmente. Una de las principales claves del éxito en la gestión de servicios es que nuestros clientes perciban nítidamente que todo aquello que les preocupa, que lo que tienen necesidad de cubrir, y por lo que el negocio les va a reconocer y así lo han transmitido en la petición de oferta cursada, se encuentra perfectamente reflejado en nuestro entendimiento del servicio. Para ello lo mejor es reflejar en base a un catálogo alineado a la necesidad concreta, nuestro compromiso.

Durante la ejecución del servicio nuestro modelo de seguimiento deberá de centrarse en la consecución de las líneas catalogadas, debiendo poner todo nuestro énfasis en ajustarnos al cumplimiento de los indicadores por los que facturaremos a nuestro cliente. Cualquier prestación adicional incorporada por nuestra propia iniciativa, no deberá poner en riesgo los beneficios esperados por ambas partes.

3.         INTÉGRATE EN EL TODO

En la configuración de un nuevo servicio siempre deberemos tener en cuenta que nuestro servicio no será un “ente” aislado, las iteraciones con otros servicios, departamentos internos y externos y otros productos de terceros suele ser una realidad cuyo impacto sobre las responsabilidades comprometidas nunca deberán ser obviadas.

Un servicio, por definición, suele tener una funcionalidad limitada, pensar que en la instalación en la que se integra existen normas y procedimientos que deberán ser previamente estudiados, ayudará a un arranque inicial de aquel, sin pérdidas de tiempo y sin causar interferencias en el discurrir de la actividad diaria. Debemos, en la medida de lo posible, evitar la reinvención de la rueda adaptando nuestros procedimientos a la habitual forma de trabajo de la empresa para la que prestamos el servicio. La disrupción producida por el desconocimiento, o por la falta de coordinación con el resto de intervinientes, puede provocar dudas sobre la idoneidad del propio servicio para cubrir los objetivos para los que fue concebido.
 
4.         CUIDA A TUS INTERLOCUTORES

Todo servicio debe disponer desde su más temprana puesta en marcha, de un modelo de relación que dé cabida a todos y cada uno de grupos e individuos con los que deba interactuar. Durante la fase de transición se deberá recabar la información relevante de todos y cada uno de los intervinientes con la finalidad de dejar a disposición del equipo de trabajo la información que se detalla:

          Rol (indicando además si es cliente, proveedor o ambos)
          Franja horaria disponible
          Método de contacto
          Procedimiento a seguir para peticiones (entrantes y salientes)
          Procedimiento para escalados
          Tiempos de respuesta esperados

Un punto muy importante es tener en cuenta la necesidad de que las personas asignadas al servicio dispongan del adecuado nivel de conocimientos y sean capaces de utilizar el mismo lenguaje y terminología de aquellos con los que deban relacionarse.
Deberá fomentarse una relación cordial, basada en la profesionalidad y el respeto mutuo.

5.         MIDE LO QUE ESTÁS HACIENDO – ELIGE BIEN LOS KPI’S

Los servicios, desde el más simple al más complejo, necesitan de indicadores objetivos sobre los que poder evolucionar en el tiempo, los indicadores deberán ajustarse por un lado a los compromisos contractuales que regularán, en la mayoría de los casos, directamente la facturación y por otro al registro de la actividad para poder gestionar la evolución a lo largo del tiempo. Cabría, pues, la necesidad de establecer una clara distinción entre unos y otros.

Medir la actividad de tu servicio te ayudará a hacerlo más previsible, a adelantarte a posibles incrementos puntuales de actividad y a mantenerlo en una continua revisión para detectar posibles mejoras.

En el establecimiento de indicadores de servicio deberá seguirse una política de mínimos, los imprescindibles de cara a los objetivos perseguidos. La inclusión indiscriminada de KPIs, conlleva, en muchos casos, una carga administrativa de recolección y cálculo de difícil justificación si tenemos en cuenta el tiempo necesario para obtenerlos y la utilidad de los mismos.

Para cada uno de los KPIs acordados para la monitorización del servicio, no olvides documentar la fuente de los datos necesarios, la frecuencia de actualización y el método de cálculo, evitarás potenciales conflictos si esta información es compartida con tu cliente.

Apaláncate en estos datos a la hora de presentar las mejoras obtenidas, las mejoras propuestas y las posibles revisiones del contrato.

6.         MANTENTE ÁGIL – SÉ FLEXIBLE

Un servicio evoluciona, nunca suele permanecer inalterable, el estado del arte de la tecnología obligará a una continua revisión en relación al escenario inicial; el cliente esperará respuestas acordes a nuevos requerimientos y esperará que esas respuestas se produzcan en el menor espacio de tiempo posible. Esto te obligará a ser flexible, adelantarse a lo que esté por venir es una de las claves para no generar decepciones, la tan a menudo reclamada proactividad tiene mucho que ver con estos casos, gestiónala internamente pero no publicites resultados hasta no haber analizado a conciencia los impactos que posibles cambios puedan afectar a los compromisos adquiridos.

La flexibilidad debe entenderse dentro de determinados rangos de incrementos y decrementos de actividad, nunca como cambios de alcance que impliquen incrementar las líneas de servicios que son objeto del contrato. Si hubiese que incorporar nuevas funciones o un cambio de paradigma en el servicio, ponlo en valor y demanda una contraprestación alineada al nuevo escenario, tienes que transmitir la legítima necesidad de que todas las partes tienen que obtener un justo beneficio con cada cambio o conjunto de éstos.

7.         RETÉN EL CONOCIMIENTO – QUE NO SE NOTEN LAS AUSENCIAS

Un servicio, por naturaleza, requiere de estabilidad, suele ser un contrato a largo plazo, un mínimo de tres años, y, a menudo, requiere de un gran esfuerzo por parte de todos los intervinientes hasta que, pasada una fase variable de estabilización, comienzan a obtenerse los beneficios esperados.

Desde el inicio de un nuevo servicio deberás organizar a los equipos de trabajo para mantener los resultados a largo plazo, para la compartición del conocimiento y para evitar los personalismos y el acaparamiento del conocimiento. Dispón de herramientas colaborativas que fomenten un repositorio de conocimiento. El conocimiento debe ser compartido, el trabajo debe realizarse en base a procedimientos y esos procedimientos deberán ser conocidos y ejecutados por todas las personas que se encarguen de realizar una misma función.

No olvides nunca que un servicio debe estar blindado contra la ausencia de personas concretas.

8.         HAZ QUE TU EQUIPO CREZCA

En un servicio, los equipos de trabajo deberán tener sus roles bien definidos, los roles deberán tener asociados los conocimientos básicos exigibles y contarán con un plan de evolución personal que vele por el desarrollo profesional de cada uno de sus integrantes.

Educa a tus colaboradores en la asunción de responsabilidades desde el inicio de la asignación. Fomenta el aprendizaje en los más noveles y la tutela de estos por los más experimentados.

Intenta equilibrar las aspiraciones de las personas de acuerdo a las necesidades reales demandadas en el servicio, da más responsabilidad a quien la solicite y anima a los otros a hacer lo propio. Por otra parte, se prudente, tu obligación, antes de delegar responsabilidades y para evitar fracasos, es estar razonablemente seguro de que la persona que asumirá nuevas tareas, tenga, por este orden, la actitud,  la aptitud y los conocimientos necesarios.

Evita el desánimo liberando a las personas cuya evolución pueda verse limitada por las condiciones propias del servicio.

9.         ATIENDE A LA RENTABILIDAD

Como se decía al principio de este artículo, las empresas contratan servicios para delegar en terceros, preferentemente otras empresas, la realización de determinadas funciones que les permitirá ganar en eficiencia.

Como gestores de servicios, además de atender a los compromisos consignados mediante contrato con nuestros clientes, debemos compatibilizar el buen hacer con la recompensa que nuestras correspondientes compañías esperan obtener, esto es, el beneficio que permitirá a socios y accionistas disfrutar del adecuado retorno de la inversión realizada.

Al igual que ninguna compañía o entidad pública o privada contrata servicios por el mero hecho de compartir sus dineros con otros, las empresas de servicios asumen este tipo de responsabilidades con el principal objetivo de aumentar sus ganancias. Nuestras empresas arriesgan su patrimonio en un mercado de libre competencia, con el firme propósito de ser más ricas y es por ello que la gestión de servicios debe hacerse con la doble responsabilidad de obtener la confianza de los clientes, permitiendo así un merecido reconocimiento en el sector, a la par que se incurre en la necesidad de hacerlo obteniendo la adecuada rentabilidad.

El margen es por tanto uno de los principales ejes sobre los que hay que pivotar durante el desarrollo de cualquier contrato. La atención sostenida en el tiempo de este referente marcará uno de los principales criterios mediante el cual serán evaluados los gestores de servicios.

Por ello, para la correcta gestión un servicio se deberá conocer desde el primer momento el detalle de los ingresos y gastos que sirvieron para establecer la rentabilidad esperada y que provocó la aceptación, por los órganos decisorios de la compañía, de la oportunidad desarrollada.

Es responsabilidad del gestor de servicios realizar los ajustes necesarios tendentes a mitigar las posibles desviaciones incurridas durante la vida del servicio y poner en conocimiento de los responsables al efecto designados por la compañía, esas desviaciones, así como de las acciones definidas con la finalidad de garantizar el mejor margen posible.
 
10.       TODO TIENE UN FINAL

Por último, y esto suele ser un hecho diferencial, entre una gestión exitosa de servicios y una mediocre, tan importante o más que la brillante ejecución de un servicio determinado a lo largo de los años, es la llamada reversión del mismo. La reversión del servicio es la fase mediante la cual la gestión de un servicio es devuelta al cliente o es transferida a un nuevo proveedor y debe poner su énfasis en la ausencia de incidentes ante dicho cambio.

La reversión del servicio comienza a prepararse desde el mismo momento en el que el servicio es adjudicado y se nutre de la mayoría de las buenas prácticas relacionadas en este artículo.
Durante esta fase se hace entrega al nuevo proveedor del conjunto de procedimientos que durante la fase regular han sido definidos y puestos en práctica, se instruye al nuevo personal responsable del servicio en dichos procedimientos y se informa al cliente de las debilidades del nuevo proveedor, de haber sido detectadas durante la fase de reversión.

Es recomendable que el gestor del servicio solicite a su cliente la aprobación de cómo se llevará a la práctica la reversión del servicio, así como un certificado de conformidad a la finalización de la misma. Es también altamente recomendable la no compartición de responsabilidades entre el proveedor saliente y el entrante, debiendo este último asumir el cien por cien de la ejecución del servicio a partir de una fecha previamente acordada.

Esta fase de reversión no contempla la formación técnica al personal del nuevo proveedor, o del personal del cliente, ni la instrucción sobre las normas y procedimientos ajenos al propio servicio traspasado.

JC

23 febrero 2015

Crónica de Mediocres 72


 
Los Servicios Profesionales en las Administraciones Públicas

Durante más de veinte años estuve gestionando servicios profesionales para diferentes ministerios y organismos públicos. Estos servicios profesionales estaban regulados mediante los correspondientes contratos firmados entre la empresa para la que trabajaba y los organismos públicos receptores de los mismos. Todos, absolutamente  todos esos contratos se consiguieron a través de los procedimientos de contratación que, en libre competencia y al amparo de la ley concursal española, normaliza la relación entre las empresas públicas y privadas, como oferentes de servicios y las distintas administraciones del estado, las comunidades autónomas, las corporaciones locales y las diputaciones provinciales, como receptores de servicios.

Mi experiencia en este campo siempre ha estado circunscrita a los servicios para la gestión de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, en adelante TIC. No obstante, todas aquellas personas que hayan estado involucradas en la presentación de propuestas y/o hayan sido gestores, tras la correspondiente adjudicación, de servicios profesionales en otros sectores, a bien seguro verán reflejadas sus propias experiencias en este análisis.

Para la contratación de servicios hay diferentes tipologías que están íntimamente ligadas al alcance del propio servicio, como por ejemplo:

·      Gestión de proyectos cerrados
·      Mantenimiento de aplicaciones informáticas
·      Gestión de operaciones de infraestructuras TIC
·      Asistencia técnica a usuarios de soluciones TIC
·      Asistencia técnica de perfiles profesionales de diversas áreas.

Este análisis estará centrado en las dos últimos tipos ya que mientras en los anteriores la responsabilidad del producto o productos finales a entregar al organismo público, recae directamente en la empresa que ha sido contratada, en las asistencias técnicas, puede hablarse de una cesión temporal de trabajadores para que sea la propia entidad contratante la que administra los recursos humanos suministrados.

 Las administraciones públicas recurren al concurso de empresas privadas para la contratación de servicios profesionales debido a diversos motivos, entre ellos cabe destacar los siguientes:

·      Picos puntuales de trabajo que no justifican la contratación directa de personal o la creación de nuevos funcionarios.
·      Proyectos cerrados en los que se involucra la participación de un número considerable de personas con distintos perfiles profesionales y tras la finalización de los cuales, no es posible, ni se justifica, la continuidad a las personas.
·      Suplir las carencias de personal propio para la realización de las tareas dimanantes de la actividad diaria.
·      En algunos casos, contratar profesionales procedentes de la empresa privada para suplir la falta de compromiso de determinados funcionarios o trabajadores públicos que generan inestabilidad e imprevisión en el servicio que desde ciertos organismos públicos se brindan a los ciudadanos.

La contratación de las personas que se encargan de la “asistencia técnica” demandada por la administración, se realiza a través de empresas pero la intervención de éstas últimas en el desarrollo del trabajo que le será exigible a sus empleados será nula. Se puede afirmar que la única responsabilidad de la empresa contratada es el suministro de personas con el nivel de conocimientos y los años de experiencia detallados en el pliego de prescripciones técnicas publicado al efecto por el organismo correspondiente.

La adjudicación de los concursos para la contratación de “asistencias técnicas” se realiza atendiendo por una parte a la cualificación del profesional propuesto y por otra parte, a los llamados “criterios de valoración” que en su mayoría son objeto de valoración económica y están compuestos por diversas partidas.

Cualificación profesional

La inmensa mayoría de los concursos para la contratación de “asistencias técnicas” incluyen un formulario mediante el cual se recoge para cada categoría profesional , los conocimientos que los candidatos propuestos por las empresas deben tener así como los meses de experiencia durante los cuales ha desarrollado determinadas tareas sobre diversas tecnologías. Esto que inicialmente puede tener una consideración lógica, en la práctica, significa la invalidación de todos los profesionales propuestos con la única excepción de aquellos que ya hayan estado realizando ese mismo trabajo en el organismo contratante.

He visto, a lo largo de mis colaboraciones con distintos organismos públicos, casos en los cuales, para la confección de los formularios de cualificación técnica, se llegó  a solicitar a los profesionales que se encontraban realizando un determinado trabajo y cuyo puesto debía ser incluido en un nuevo concurso, el detalle de las tareas y las tecnologías sobre las que se actuaba, sin profundizar en cuales de esas tareas y tecnologías eran realmente imprescindibles, cuales necesarias y cuales de ellas deseables. Este modo de actuar invalidaba, de hecho, el acceso al puesto demandado de otros candidatos.

Por otra parte, poniendo como ejemplo un puesto técnico de perfil experimentado que debe tener un mínimo de 48 meses de experiencia en las tecnologías A, B, C, D y E además de una certificación X, debido a la dispersión de las tecnologías en las que se le exige experiencia y a lo complejo de las mismas, en la práctica resulta que para la mayor parte de los casos, hasta adquirir ese nivel de experiencia será preciso que transcurra entre un 50 y un 100% más de tiempo del que ha sido detallado en el pliego. No obstante, las tarifas por hora o jornada que el organismo contratante aplicará, equivaldrán, como es lógico, a los meses de experiencia exigibles a través del pliego. Resumiendo, adquirir 48 meses de experiencia real y consolidada en seis, siete y ocho tecnologías diferentes, precisará de profesionales con más seis años de trabajo en las TICs.

Las consecuencias de ese tipo de valoración profesional, entre otras, pueden ser las siguientes:

1.    Al exigirle a las empresas la presentación de CV nominativos que deben cumplir con una serie de conocimientos y unos niveles de experiencia intrínsecamente ligados a las tecnologías utilizadas en un organismo determinado, si anteriormente no se ha tenido la oportunidad de colaborar en ese puesto concreto, se está forzando al falseamiento de la realidad dado que cualquier candidato que no refleje los criterios mínimos detallados para el puesto, será excluido y la empresa perderá sus opciones de conseguir la adjudicación del concurso.
2.    De facto, aunque la contratación se haga a través de una empresa, ésta es directamente dependiente de la persona presentada y podría afirmarse que  el organismo contratante únicamente valora a la empresa por su capacidad de contratación o reclutamiento de perfiles profesionales.
3.    En esta especie de cesión de trabajadores, el empleado adscrito a un determinado organismo público, puede llegar a sentirse totalmente desvinculado de su empresa, cuando desde el órgano contratante no se ofrece la suficiente flexibilidad para el mantenimiento del contacto empleado – empleador, mediante la asistencia a reuniones, sesiones de formación, compartición de conocimientos con otros compañeros de la misma empresa, etc. He sido testigo de cómo un número considerable de profesionales saltaban de unas empresas a otras con el objetivo de continuar realizando el mismo trabajo en el mismo organismo. En todas las ocasiones, estos profesionales manifestaban su falta de identificación con la compañía que les pagaba la nómina. En algunos casos, empleados que de alguna manera habían manifestado un cierto deseo de cambio, rechazaban nuevos destinos ante el vértigo de abandonar su zona de confort.
4.    En ocasiones, quizás en más de las debidas, los responsables de determinados departamentos de organismos públicos, en su intento de disponer de los mejores profesionales para solventar con las máximas garantías los posibles incidentes acaecidos en el día a día, sobredimensionan sus equipos, tanto en efectivos como en experiencia, con el correspondiente efecto mermador para el erario público al incurrir en más gasto y con la desafección de profesionales poco motivados al tener que asumir tareas repetitivas para las que no se precisa el nivel de conocimiento y experiencia demandados.
5.    Es casi práctica general que en las subdirecciones o en los departamentos de TIC en organismos del estado, autonómicos y locales, más del 50% de su personal provenga de la empresa privada.

Por todo lo antedicho, y en relación con la gestión de los profesionales bajo el modelo de asistencia técnica en las administraciones públicas, siendo consecuentes, llevaría a organismos públicos, empresas y a profesionales a un cambio de paradigma del modelo de relación en el que se podría tener en cuenta lo siguiente:

A.   Los organismos públicos deberían asumir como personal propio a aquellos profesionales que durante lustros han estado realizando un trabajo determinado y del que se prevea que tendrá continuidad en el tiempo.  Miles de personas se verían reconocidas por la labor realizada en la administración.
B.   En el futuro, los organismos públicos deberían convocar oposiciones para cubrir con personal propio aquellos puestos de trabajo que se prevean estables y perdurables. Los ahorros para la administración serían evidentes.
C.   Para aquellas ocasiones en las que se precisen colaboraciones profesionales puntuales y con una duración determinada, los organismos públicos y los responsables funcionales de éstos,  deberían definir las funciones a realizar y las tecnologías sobre las que se realizarían pero no ligarlo en ningún momento a personas. Debería darse total confianza a las empresas que vía concurso público, hayan mostrado y comprometido sus mejores capacidades.
D.   Las empresas que optan a concursos públicos de “asistencia técnica” deberían de evitar la cesión de trabajadores para impedir que éstos pasen a ser gestionados, o lleguen incluso a formar parte del “personal”, del responsable de turno.
E.    Las empresas deberían forzar la comunicación con sus empleados durante el horario laboral con la finalidad mantener el vínculo que les une, más allá del pecuniario. Para ello, los responsables del contratista deberán trabajar con los responsables del cliente en la definición del marco de responsabilidades esperadas de los profesionales asignados así como del modelo de seguimiento del rendimiento bajo criterios de solvencia y calidad.
F.    Por su parte, los profesionales destinados en organismos públicos bajo el modelo de “asistencia técnica” deberán asumir su pertenencia a la empresa privada, tomar conciencia de la importancia de desarrollar un servicio de calidad y mantener siempre en mente que una actitud profesional exigente redundará en una mejor gestión de lo público.

 Criterios de valoración de propuestas

Así como la cualificación de los profesionales ofertados por las empresas para conseguir llegar a ser las adjudicatarias de un concurso, paradójicamente y sobre el papel, suelen ajustarse casi al ciento por ciento a las exigencias descritas en los pliegos de prescripciones técnicas para evitar la invalidación de sus propuestas, es mediante los “criterios de valoración”, con una perversa mezcla de objetividad y subjetividad, donde las empresas que compiten se juegan realmente la adjudicación.

Esos criterios de valoración, en la mayoría de los concursos suelen dividirse en dos secciones, a saber: Económica y Técnica.

Valoración económica

En los concursos públicos bajo la denominación de “asistencia técnica”, el importe total del concurso, o techo de licitación, se calcula en base al sumatorio de las tarifas que el organismo público haya establecido para cada una de las categorías profesionales que se precisan cubrir, multiplicada por el número de horas previstas durante el periodo de tiempo que abarque el contrato.

La valoración económica suele tener entre un 30 y un 70 por ciento del peso de la valoración total de la oferta y  para su cálculo se tiene en cuenta el precio ofertado por cada una de las empresas en relación con el precio más bajo de entre todos ellos. En algunas ocasiones se limita el descuento a realizar por los concursantes sobre el techo de licitación e incluso, en determinados concursos, se hace mención a la exclusión del aspirante a adjudicatario en caso de que la oferta se considere que incurre en baja temeraria. Normalmente tienen consideración de baja temeraria aquellas ofertas que superan en un número determinado de puntos porcentuales, el descuento medio de todas las ofertas sometidas a consideración.

En general las tarifas por hora y categoría profesional, sin descuento y salvo excepciones, suelen ser adecuadas para contener el gasto del organismo público, permitir el beneficio para la empresa privada y, como no podía ser menos, asignarle al profesional una remuneración de acuerdo a su preparación, experiencia y funciones a desarrollar. El elemento distorsionador de este equilibrio se produce cuando el descuento máximo admitido por la administración o no está limitado o ha sido establecido en un porcentaje claramente favorable para el emisor del concurso. Descuentos superiores al 10% junto con el resto de criterios de valoración que siempre deben ser tasados por los ofertantes, merman o bien el beneficio empresarial o bien la remuneración de los técnicos o ambos.

En los análisis realizados a lo largo de mis años de experiencia, de los importes ofertados por las empresas en sus respuestas a concursos públicos de “asistencia técnica”, he podido observar como dichos descuentos se apuran a los máximos permitidos. También he visto como adjudicaciones realizadas bajo criterios casi exclusivamente económicos, con descuentos desproporcionados, han llevado a la empresa adjudicataria a serios problemas debido a las pérdidas en las que han incurrido. Igualmente he sido testigo, aunque en muy contadas ocasiones, de cómo empresas, confiadas en su posición de dominio, por su nivel de especialización en determinadas tecnologías, arriesgaban y perdían concursos por no realizar ningún tipo de descuento o hacerlo simbólicamente.

Valoración técnica

Los criterios para la valoración técnica son un conjunto de aspectos muy dispares que pueden ir desde planes de garantía, planes de calidad, acuerdos de nivel de servicio (con innumerables indicadores de muy difícil seguimiento), implantación de procedimientos operativos, planes de formación a empleados públicos, horas adicionales a las mínimas exigidas en el pliego, horas de apoyo de personal técnico de terceros, alianzas con fabricantes, número de certificaciones en posesión tanto por la empresa como por sus empleados, planes de comunicación, planes de traspaso de conocimiento a la finalización del concurso, etc.

Si tenemos en cuenta el hecho de que el número de criterios para la valoración técnica puede oscilar entre diez y varias decenas, en el caso de que se incluyan acuerdos de nivel de servicio, y que cada uno de esos criterios a cuyo cumplimiento las empresas se comprometen, para evitar un rendimiento negativo de la operación, debe ser convenientemente estimado en coste, fácilmente se llega a la conclusión de que los grandes perjudicados en este modelo de contratación son las personas que formarán la dotación demandada en el concurso.

Las empresas, por su parte, no disponen de margen de actuación para obtener rendimiento alguno de todas esas exigencias adicionales que pasarán a formar parte del contrato con la administración.

Adicionalmente, cuando en esos acuerdos de niveles de servicio se incorporan criterios como:

·      Un número determinado de horas iniciales, normalmente 160, no facturables para adaptación al puesto.
·      Un número determinado de horas de solapamiento entre profesionales que dejan su puesto y aquellos que los sustituyen.
·      Penalizaciones como días no facturables en el caso de que se excedan el plazo de incorporación de nuevos profesionales.

Se produce una nueva vuelta de tuerca que tendrá como consecuencia la prudencia de las empresas a la hora de realizar cambios en los equipos de trabajo por los altos costes y una disminución del beneficio a la que inexorablemente deberán enfrentarse.

Por otra parte, criterios de valoración como planes de calidad, implantación de procedimientos, planes de seguridad y en definitiva todo aquello que debería formar parte de la estrategia de gestión de las TIC, no pueden ser objeto de valoración objetiva y son, en muchos casos, la base sobre la cual los concursos se adjudican a favor de determinadas compañías. No soy consciente de que un solo organismo público haya implantado un plan estratégico ofertado como una prestación adicional a un concurso público, los planes estratégicos, hasta donde he llegado a ver, siempre se han desarrollado bajo concursos específicos.

Para añadirle mayor complejidad aún a las adjudicaciones y poner a la administración en verdaderos apuros, las empresas con dilatada experiencia en la presentación de ofertas para la consecución de concursos de “asistencia técnica”, suelen comprometerse en el límite del umbral de saciedad, es decir, en la máxima valoración de un criterio a partir del cual cualquier mejora no añadirá valor a la propuesta.

Como conclusiones sobre los “Criterios de valoración de propuestas” en concursos de “asistencia técnica”, podríamos afirmar que:

1.    Los importes de licitación publicados por los organismos públicos son los adecuados pero al establecer altos descuentos o no limitarlos, rompen el equilibrio necesario para que todas las partes intervinientes en la ejecución del contrato, obtengan su cuota de beneficio.
2.    Salvo excepciones, las empresas ajustan al máximo los descuentos a las administraciones con la finalidad de intentar anular el criterio económico en las valoraciones de las propuestas.
3.    Los criterios de valoración de los concursos públicos de “asistencia técnica”, en muchas ocasiones suponen un incremento de costes que de ser exigidos al cien por cien por la administración supondrían pérdidas para las empresas.
4.    Este modelo de oferta y contratación deja muy poco margen operativo a las empresas ya que una vez que han sido adjudicatarias cuentan únicamente con la contención del sueldo de sus empleados, como medio para rentabilizar el contrato.
5.    Las administraciones incluyen entre los criterios de valoración de propuestas, la definición de planes, procesos y procedimientos que finalmente nunca serán implantados.


En consecuencia y en opinión del autor, el hacer lo correcto, cuando se trata de especificar criterios técnicos para la valoración de propuestas de “asistencia técnica”, debería centrarse en la potenciación de la persona, del profesional, en su formación, en su evolución, en la calidad del trabajo realizado y en la posibilidad de desvincularse del organismo público para el que presta sus servicios, sin incidentes.

Para ello, las administraciones públicas contratantes deberían de valorar a las empresas, las verdaderas responsables del contrato, antes que a las personas, incluyendo en esa valoración criterios afines a la gestión de personas, de profesionales y en la capacidad de esos procedimientos de gestión para conseguir inculcar cualidades que vayan más allá del mero bagaje técnico, como podrían ser: preocupación por los temas de calidad, orientación para el establecimiento de relaciones francas y ecuánimes, respeto personal, proactividad, fomento de la participación, capacidad para la búsqueda de información relevante para el trabajo que se está realizando, etc.

Los organismos públicos deberían abandonar esa práctica actual de intentar obtener costosos servicios adicionales, aprovechándose de unos concursos públicos cuya única finalidad es dotarlos de profesionales que complementen sus equipos. Sólo teniendo el pleno convencimiento de que para la contratación de la dotación de personas, cualquier criterio de valoración que no esté relacionado con la consecución de mejores profesionales, formados e íntegros, se conseguirá mantener el necesario equilibrio que permita que la administración reciba el servicio contratado, que la empresa pueda compensar a sus inversores y que los profesionales asignados evolucionen en la medida que sus cualidades se lo permitan.
JC

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