Sobre CRÓNICA DE MEDIOCRES

Lo he llamado Crónica de Mediocres porque creo que la mediocridad es una de las palabras que mejor definen el momento en el que vivimos. La vida pasa deprisa, las oportunidades también y entre ambas dos no hay tiempo para mejorar nada, es más, lo mejor penaliza, no se compra, la calidad se desprecia.

He elegido esta foto porque de alguna forma refleja lo antedicho, primero porque está algo borrosa, no se ve con claridad, y segundo porque para mi, esa araña es la representación de la mediocridad y su tela es el entramado en el que los mediocres caerán, caeremos, y desde la cual impedirá que escapemos, sólo unos pocos conseguirán salir, seamos nosotros.

Espero que os guste y para hacerlo más atractivo, podéis dejar vuestros comentarios picando en el título de cada entrada.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Crónica de Mediocres 24

Publicado el 12 de mayo de 2012

Ocurrió en Madrid

No sé si será deformación profesional, pero el caso es que allá por donde voy, sobre todo si me siento maltratado, me fijo y me pregunto: ¿cómo podría mejorar esto?. Bueno, pues eso es justo lo que me ha pasado ayer viernes en una visita al ambulatorio de mi barrio, concretamente en el, como lo llaman ahora, centro de especialidades José Marvá.

El hecho es que había que pedir cita para una prueba médica, eran las 11 de la mañana y el número de orden que nos dieron fue el 1087, en ese momento atendían a la persona que llevaba el 917, nada menos que, en teoría 170 personas por delante, paciencia, ánimo y … qué hacer hasta que me llegue el turno, pues, nada, a observar, a observar durante las 2 horas que finalmente será el tiempo que tardarán en atendernos.

Estamos en una sala relativamente pequeña, llena de humanidad, con calor, el aire acondicionado no funciona (¿habrá que ahorrar?), y hay aproximadamente 56 asientos para los “pacientes”, todos están ocupados, me refiero a los asientos, y hay gente esperando de pie. Mucho ruido y de frente, en la pared opuesta a la puerta de entrada, dos pantallitas contiguas, en una, la de la izquierda, dice el número de orden de la próxima persona a atender, en la otra, la de la derecha, la mesa en la que será atendida.

Hay ocho mesas para atender a los usuarios, pero solamente cinco están operativas, el ambiente es cansino, apenas hay movimiento, excepto el de los “pacientes”, que entran y salen, miran, se asombran, cuchichean, hablan entre ellos quejándose de los más de 100 números que les quedan para poder ser atendidos. La atención, como decía, será a través de los cinco, llamémosles “operarios”, que se parapetan detrás de una suerte de mostrador que los aíslan de los ciudadanos. De los cinco operarios actuales, cuatro son mujeres, el otro que está en la mesa 4, es directamente un vago, luego veréis por qué le doy el calificativo. A los 20 minutos aproximadamente, llega una sexta operaria, a la hora y cuarto, llega la séptima operaria y a los 90 minutos, las ocho mesas de atención a los “pacientes” y ciudadanos que les pagan, por fin están todas ocupadas. Delante del mostrador, creo recordar que a la altura de la mesa seis, reza el siguiente cartel: “Estimados señores: El sistema informático está funcionando con dificultad. Perdonen las molestias”. La cosa no huele bien, el maldito sistema informático ataca de nuevo.

Los operarios, o funcionarios si se prefiere, nos ofrecen un desfile de lo mas dinámico, no pueden parar quietos, se levantan, pululan por detrás de sus compañeras, ser ausentan, regresan, se vuelven a ausentar, vienen cargadas de agua, la de la mesa ocho, de coca cola y patatas fritas, se pasa todo el tiempo comiendo, comparten sus aperitivos entre ellas, al hombre de la mesa cuatro, el vago, lo trata  muy bien la señora de la mesa ocho, en definitiva, da la impresión de que los asientos de esas mesas deben de tener algún tipo de defecto que impide que alguien esté más de diez minutos seguidos sentado. Otro punto observado durante esas dos horas que pasé esperando, fue el hecho de que las charlas entre las operarias y gente que directamente accedía a la parte de atrás del mostrador, impedía que a los “pacientes” se les otorgase todo el tiempo que los funcionarios deberían dedicarles.

Con este panorama el resultado obtenido por los pagadores de impuestos y seguridad social, fue el siguiente:

·      A lo largo de 2 horas se les dio cita a 83 personas y 87, más del 50% desistieron de esperar.
·      La duración aproximada del proceso de citación por ciudadano fue de 11 minutos y 34 segundos
·      Las mesas 1 y 3 atendieron a 9 personas cada una, o lo que es lo mismo, atendieron a 1 persona cada aproximadamente 13 minutos y 20 segundos
·      En la mesa 2 se atendió a 11 personas, una cada 11 minutos.
·      La mesa 4 atendió a 7 personas, ¡una cada aproximadamente 17 minutos!, el hombre que atiende  esta mesa demostró una falta de vergüenza descomunal, ausencias continuas, una de ellas de más de 40 minutos, nunca atendió a dos personas seguidas, siempre tenía que levantarse para no se sabe que cosas.
·      En la mesa 5, cada seis minutos se atendía a una persona, llegó a atender a 20 durante el tiempo que duró este seguimiento, en la empresa privada la hubiesen nombrado la empleada del día.
·      La operaria de la mesa 6 atendió a 13 persona, una cada 9 minutos. Este ratio hubiese mejorado si hubiese estado más tiempo dedicada a sus tareas.
·      La mesa 7, con una ausencia de más de 90 minutos, atendió a 2 personas, lástima de dinero de los contribuyentes y trabajadores.
·      La mesa 8 atendía a una persona cada 10 minutos, en total dio cita a 12 personas. Esta persona puede llegar a tener un problema de salud importante porque se pasó más de una hora y media comiendo patatas fritas y bebiendo coca cola, eso sí, es generosa, comparte con sus compañeros.

En conclusión, mi apreciación personal de lo visto y vivido ayer es que el servicio de citación del “Centro de especialidades José Marvá” está atendido por personas que no tienen sentido de la responsabilidad, que son irrespetuosos con los ciudadanos, que, en base a su desempeño, posiblemente estén cobrando unos sueldos que no merecen, que están perjudicando al país al tener retenidas a una cantidad considerable de personas que podrían estar dedicadas a otros menesteres, posiblemente más productivos.

A la dirección del José Marvá, hay que darle un suspenso de los más bajos ya que está permitiendo unas malas prácticas que erosionan y perjudican la percepción de los “pacientes” sobre el sistema sanitario madrileño.

Otra pregunta que me hago es: ¿cómo encaja este tipo de servicios con lo que la Comunidad de Madrid está intentando denominar “Madrid excellence”?.

JC

Publicado el 12 de mayo de 2012

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