A finales del mes pasado, un grupo de amigos, y amigas
por supuesto, estábamos en un bar, celebrando el final de las vacaciones y el
hecho de que después de casi tres semana juntos, por fin íbamos a descansar
encontrando esa paz que solamente la soledad, relativa, es capaz de
proporcionarnos. El grupo, por un no preestablecido pacto de concordia y buen
entendimiento, no suele hablar ni de política, ni de religión y por supuesto
tampoco de economía, quizás ésta última sea la materia que más esquivemos, intentamos
evitar pedirnos dinero los unos a los otros con el fin de que prevalezca,
durante el mayor tiempo posible, esa amistad que durante lustros hemos
mantenido.
Bueno, el caso es que como llevábamos muchas horas de
jarana y habíamos acabado con todas las cervezas, vinos y bebidas espirituosas
(tengo que aclarar que yo únicamente bebí agua), las neuronas les patinaban a
todo el mundo y aquello de lo que, en condiciones normales, siempre habíamos
evitado, se coló de rondón y comenzó a dar vueltas en las maltrechas cabezas
que, animadas por los líquidos brebajes, enviaban mensajes, de lo más
variopintos, a través de unas bocas de las que no se sabía si lo peor era lo
que entraba o lo que salía.
La pregunta sonó como un campanazo, a aquellas horas
de la mañana retumbó como si sobre cada uno de nosotros, cubriéndonos medio
cuerpo, la campaña más grande jamás imaginada, con el badajo más grande nunca
fundido, hubiese sido golpeada con una energía similar a la generada por el más
terrible de los terremotos que haya sufrido nuestro maltrecho planeta Tierra.
No sabemos quien la pronunció, también ignoramos con que intención lo hizo, el
caso es que aquello de: ¿qué pensáis de los “Mercados”? alborotó una reunión
que ya estaba a punto de finalizar y que debido a la insensatez de no sabemos
quién, se prolongó otras 24 horas más. Todavía recuerdo como las fuerzas de
seguridad fueron reduciéndonos, no sin esfuerzo, creyéndose que se enfrentaban
a un grupo antisistema de esos que, rayando en el terrorismo, ha estado soliviantando
a los gobernantes de un tiempo a esta parte.
Como ya dijera antes, yo me encontraba totalmente
sobrio y cual notario, ya que había ingerido solamente agua (algunos me dijeron
que había sido –ardiente), fui mentalmente tomando nota de las espontáneas
respuestas que sobre los mercados de capitales, mis amigos (mujeres y hombres)
emitieron. Yo, como soy simple, no me atreví a soltar palabra, pero tengo que
reconocer que suscribía todas y cada una de las opiniones que se vertían.
Hoy, y antes de que la memoria me juegue una mala
pasada, dejo en esta “Crónica de Mediocres” mis recuerdos al respecto. Sobre el
nombre de mis amigos perdonadme que no los publique porque, como ya dije al
principio, ni hablamos de política, ni hablamos de religión, ni hablamos de
economía. Por cierto, las copas, como fuimos disueltos, nos salieron gratis
Bueno, puestos en contexto, aquí dejo un más que fiel
reflejo de lo comentado en aquellas horas de frenesí que compartieron un
conjunto de personas muy queridas entre ellas, se decía que:
1.
Los mercados son insaciables, cuanto más dinero tienen
más quieren.
2.
Los mercados son insolidarios, todo lo quieren para
ellos.
3.
Los mercados son espíritus, nadie es capaz de verlos.
4.
Los mercados y
las bolsas, son el fiel reflejo de la dictadura
de la cotización y la rentabilidad.
5.
Los mercados son olvidadizos, anualmente se ponen a cero
y no recuerdan las rentabilidades anteriores.
6.
Los mercados son ladinos asesinos, muchas personas se
han suicidado por especulaciones.
7.
Los mercados son mafiosos, extorsionan para obtener los
rendimientos que quieren.
8.
Los mercados son gobiernos ya que los mandatarios asumen
sus postulados
9.
Los mercados son señores feudales, se apoderan de las
riquezas que otros generan
10.
Los mercados son enfermos mentales, son capaces de aniquilarse
a si mismos por pura avaricia.
11.
Los mercados son inmorales, se reparten el 80% de las
riquezas para repartirla entre el 5% de la población.
12.
Los mercados no tienen ética, mienten, medran,
oprimen, esclavizan, humillan, difaman y cuarenta mil adjetivos negativos más,
para conseguir más y más y más, dinero.
13.
Los mercados son ciegos, nunca ven el sufrimiento ajeno
14.
Los mercados son criminales, asaltan, violan, roban,
matan, secuestran (incluso a países) y más
15.
Los mercados son quejicas cuando alguien los intenta
controlar
16.
Los mercados son doctores en derecho que aprovechan la
fragilidad de las leyes para burlarlas en cuanto puedan.
17.
Los mercados son cobardes, se ocultan detrás de caretas
para no ser identificados públicamente.
18.
Los mercados son sádicos sodomizadores de una sociedad
con la que únicamente comparten el aire.
19.
Los mercados son repugnantes y sin escrúpulos, hurgan
entre la mierda, el dolor, la debilidad y de todo ello hacen dinero.
20.
Los mercados son avaros, atesoran y atesoran sin tener
en cuenta que nunca serán capaz de gastar ni el 1% del botín que, como buenos
piratas, han obtenido.
21.
Los mercados son proxenetas, con su “prima” compran a los gobiernos
22. Los mercados son envidiados por gentes sin escrúpulos
que persiguen los mismos objetivos de enriquecimiento en el más corto plazo
posible.
Y después de haber puesto en negro sobre blanco los
abruptos disparates generados desde el frenesí de la fraternidad, no se me
ocurrió otra cosa que compartirlo con aquellos que tanto quiero y con los
cuales tan buenos momentos paso, la respuesta unánime recibida fue: “Esto es
imposible, recuerda que nunca hablamos ni de política, ni de economía y mucho
menos de religión, ¿no lo habrás soñado?”
Me callé, me di la vuelta y me dije, puede ser, pero,
¿por qué no compartirlo?
JC
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