En el islam la mujer tiene la llave
Lo ideal, en cualquier sociedad, es poder hablar de
personas y dejarse de calificarlas de superiores o inferiores, dependiendo del
sexo que, gracias a la lotería de los genes, a cada cual le haya podido
corresponder en el reparto que la concepción tuvo a bien consolidar.
Pero la realidad es tozuda y aunque las tres grandes
religiones monoteístas, cristianismo, judaísmo e islamismo, ponen a la mujer n
peldaños por debajo de los hombres, es quizás en el islam donde el
empecinamiento por apartar a la mujer de cualquier actividad que vaya más allá
de lo que es la atención a sus hombres y a su casa, se hace más intransigente y
produce una violencia tan grande que, a mis ojos, confina o intenta confinar a
más del cincuenta por ciento de la población a la más miserables de las
miserias. En los casos más extremos, la mujer que quiere cultivar su educación
y ampliar su cultura acabará asesinada por hombres, que asustados por la falsa
creencia de que una inteligencia más desarrollada que la suya, puede
desplazarlos de los centros en los que se toman las decisiones.
Personalmente y referente a las mujeres, lo que el
hombre del islam me transmite es inseguridad, violencia, complejo de
superioridad, poca capacidad para aceptar la convivencia con personas que
profesan puntos de vistas diferentes al suyo y un alto porcentaje de misoginia.
¿Qué le ha podido pasar al hombre islámico para que haya podido llegar a tal
grado de absurda conducta? sería un buen tema de análisis por parte de
sicólogos, sociólogos y antropólogos.
Pero una parte de la responsabilidad de que el
musulmán no acepte la igualdad intelectual entre hombres y mujeres, es, por un
lado, precisamente la pasividad de las propias mujeres aceptando un rol de
categoría inferior a la del varón y por otro lado la inhibición de aquellos hombres
que estando convencidos de que la igualdad y capacidad de ambos sexos es la
misma, no son capaces de mantener su posición ante aquella parte de la
comunidad que prefiere y se aprovecha de la exaltación del macho para el
mantenimiento de sus privilegios sociales. Y es por esto último por lo que la
mujer, en general y sobre todo en el islam, debe tomar las riendas de su propia
dignidad y manejarlas de forma que la encamine hacia la creencia de que llegar a un
estatus igualitario es posible.
El camino es y será arduo, la travesía será fatigosa,
peligrosa, en muchos casos mortal y en todos los casos las presiones, desde
todos los ámbitos de los poderes islámicos, se harán insoportables, pero el
convencimiento de que ningún hombre ha sido llamado a ser superior a la mujer,
debe permanecer inalterable en la mente de aquellas mujeres que busquen
integrarse en una sociedad en la que cada vez se las necesita más.
Es por ello por lo que iniciaba esta opinión diciendo
que en el islam la mujer tiene la llave, ella, con su don de la maternidad, con
su privilegiada capacidad de influir en las edades más tempranas de la vida de
las personas, con su dedicación a crear, con su desprecio por la destrucción,
sacudiéndose de encima a aquellos hombres que sólo tienen ojos para su propio
ombligo, podría llegar a moldear el comportamiento casi animal, de una parte de
los hombres que forman parte de su comunidad más cercana.
Para finalizar, quiero expresar mi asombro al ver como
esas ciudadanas de segunda o tercera categoría que son las mujeres, en
determinados países islamistas, son llamadas a inmolarse con la falsa promesa
de que la mal llamada y perversa lucha contra el infiel, las glorificará.
JC
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