Sobre CRÓNICA DE MEDIOCRES

Lo he llamado Crónica de Mediocres porque creo que la mediocridad es una de las palabras que mejor definen el momento en el que vivimos. La vida pasa deprisa, las oportunidades también y entre ambas dos no hay tiempo para mejorar nada, es más, lo mejor penaliza, no se compra, la calidad se desprecia.

He elegido esta foto porque de alguna forma refleja lo antedicho, primero porque está algo borrosa, no se ve con claridad, y segundo porque para mi, esa araña es la representación de la mediocridad y su tela es el entramado en el que los mediocres caerán, caeremos, y desde la cual impedirá que escapemos, sólo unos pocos conseguirán salir, seamos nosotros.

Espero que os guste y para hacerlo más atractivo, podéis dejar vuestros comentarios picando en el título de cada entrada.

domingo, 21 de octubre de 2012

Establecimiento Mediocre: Restaurante La Muralla (Tijarafe – Isla de La Palma)


**** Actualización 23/11/2013

Más de un año desde la última vez que estuvimos en La Muralla de Tijarafe y ante la noticia de que había habido cambio de gerencia, hemos vuelto a ese restaurante para ver si el cambio de dirección había mejorado el servicio y la oferta. Fiasco, lo que iba mal ha evolucionado a peor, no vale la pena escribir más, ahora sí, La Muralla de Tijarafe ha sido totalmente eliminada de mis mapas. 

**** Publicado el 21/10/2012

La Muralla es un restaurante que está en el municipio de Tijarafe en la isla de La Palma. Es un restaurante pequeño, pero de aspecto agradable, que se encuentra ubicado en la parte alta del municipio y que al tener un estupendo balcón, tiene unas envidiables vistas al mar.

La primera vez que estuve comiendo allí, hace cuatro años aproximadamente, me gustó, el establecimiento estaba cuidado, limpio y tanto la cocina como el servicio (atendimiento como le dicen en La Palma) fue muy bueno. Si a esto le añadimos que los precios eran muy razonables, es fácil adivinar que la relación calidad – precio era muy buena. Pues tanto nos gustó que continuamos yendo un par de veces al año, unas veces solos y otras acompañados por amigos.

Pero desde hace un año y medio, más o menos, sin explicarnos muy bien por qué, el deterioro que, sobre todo en la atención y el cuidado de la sala, ha ido sufriendo el establecimiento, poco a poco, lo ha convertido en un lugar desagradable, descuidado, mal atendido por personas rudas, sin modales, con falta de profesionalidad y con mucha ambición (monetaria, no otra). La gota que colmó el vaso cayó el pasado mes de agosto, cuando seis personas, entre amigos y amigas, como en otras ocasiones, quisimos comer juntos y pasar lo que pensábamos y deseábamos que fuese un rato agradable.

Era un día de calor y al entrar en el restaurante la bofetada ardiente que recibimos fue impresionante, se estaba mejor en el exterior que en el interior. Las ventanas estaban abiertas, pero el viento que corría no era suficiente para “refrescar” el horno en el que estábamos; aire acondicionado hubiese sido un buen recibimiento para los clientes, pero, estaba claro que las personas que estábamos en ese momento en La Muralla, no teníamos la consideración de clientes.

Atropelladamente nos dieron las cartas y casi inmediatamente querían anotar la comanda, se presagiaba mucha prisa y poca condescendencia, pero bueno, nosotros cumplimos, al conocer el lugar casi todos sabíamos lo que íbamos a beber y comer y pedimos nuestros platos rápidamente. A partir de aquí, salvo en los postes que se demoraron en exceso, todo llevó una velocidad vertiginosa, sin casi finalizar los primeros ya nos estaban empujando con los segundos, pero las segundas bebidas no nos las traían. Mientras tanto y a lo largo de toda la comida, además de las camareras, nos acompañaban las moscas, decenas de moscas, en las copas, en los platos, por el mantel, las manos, las nuestras, no paraban de espantarlas, alguna cayó en la cerveza sin alcohol y allí se quedó pues el servicio, a pesar de haberlo solicitado, fue incapaz de retirar el recipiente con el insecto ahogado.

Por fin llegó el momento de que pidiésemos los postres, tardaron pero llegaron, la mayoría queríamos fruta, pero ¡sorpresa!, no había fruta. No obstante, hicimos ver a la camarera que en el expositor de productos refrigerados había melón y sandía, se disculpó y nos trajo nuestras raciones. Antes de servírnoslas nos hizo saber que esa fruta estaba reservada para los empleados del local y que, en aras de una buena atención, habían hecho una excepción y nos daban “su” fruta. Siempre les estaremos agradecidos por la deferencia.

Bueno y la guinda del pastel fue, y creerme si os digo que estábamos deseando salir pitando de La Muralla, cuando a la par que le pedíamos la cuenta a una empleada, llegaba a la mesa otra de ellas con la cuenta y nos espetaba: “Disculpen, no es que quiera echarles, pero hay mucha gente esperando, así que, aquí les traigo la cuenta”. Por supuesto, pagamos.

Adiós La Muralla, adiós, nos echaste para siempre, nuestros caminos no volverán a confluir, las persona que tienes nos desatendieron, por eso te doy el título de La Mediocre Muralla

La Muralla es un triste ejemplo que se repite en España por millares. La principal lacra que sufre el turista, nacional y extranjero, en nuestro país, es la mala atención existente en la mayoría de los establecimientos de ocio. Parece como si la transitoriedad de las personas que utilizan bares, restaurantes, hoteles, salas de fiestas, parques de atracciones, museos, etc., otorga patente de corso a los empresarios para descuidar la atención que se le da a sus clientes y usuarios. Parece como si esa transitoriedad y el no volver a ver a la persona que demanda un servicio, justifica la falta de profesionalidad que, salvo excepciones, reina en el sector turístico. Así las cosas, no es de extrañar que cuando preguntas a un extranjero que qué impresión le ha causado España, la respuesta sea que muy buena en cuanto a paisajes, playas, patrimonio cultural, etc. pero muy mala en la atención recibida. Esa misma respuesta suelen darla los propios españoles cuando hacen turismo interno.

Por otra parte, las administraciones no ayudan a mejorar la calidad de los servicios turísticos al no tomarse en serio, mediante una gestión ágil y contundente de las reclamaciones, las quejas de los usuarios. Se le echa en cara al consumidor español, el poco uso de las hojas de reclamaciones oficiales, pero es que las respuestas de los órganos competentes (quizá debería decir “de los incompetentes órganos”), son tan peregrinas que hacen buena la leyenda urbana de que reclamar sólo sirve para perder el tiempo.

Mi experiencia personal me dice que el 100% de las veces (más de 20 casos)  que he reclamado formalmente en España, la administración ha pasado. Por el contrario, en las veces que he tenido motivos para reclamar en distintos países de Europa, siempre he recibido una respuesta satisfactoria antes de poner la queja por escrito, ¿será que en esos países la administración si responde?

JC

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