¿Qué estamos haciendo?, ¿por qué miramos para otro
lado?, ¿por qué no nos quitamos la venda?, ¿qué clase de gente somos?, ¿por qué
queremos ignorar la realidad de millones de personas que podrían vivir con la
cuarta parte de lo que a nosotros nos sobra?, ¿por qué somos tan egoístas?,
¿por qué?, ¿por qué?
Estamos podridos de bienestar, nos sobra de todo a
raudales, tenemos diez veces (cien veces o acaso mil veces) más de lo que
necesitamos y todavía nos sentimos insatisfechos, todavía nos quejamos, todavía
nos auto compadecemos. Somos increíblemente egocéntricos (a lo sumo incluimos a
la familia, raramente a los amigos, excepcionalmente a los conocidos y bajo
ningún concepto al resto nuestros vecinos), casi estúpidos, irreflexivos, poco
críticos (y si criticamos, son banalidades), nos gusta recibir a cambio de poco
o de nada. Tenemos todos los derechos, nos los hemos ganado con nuestros
estudios, con nuestro trabajo, porque sí; fijaos: casi me atrevería a decir, que
por el hecho de haber nacido. Decididamente, para mi, y me incluyo, somos
tontos.
Sí amigos y amigas, estoy hablando de todos
nosotros, de los habitantes del mal
llamado primer mundo, de esa minoría de la población que circunscribe sus
problemas a: no me han podido lavar el coche, no puedo salir a tomarme una copa
porque no tengo a quien cargarle a los niños, hace dos meses que no voy al
cine, fíjate que todavía no se a donde voy a ir de vacaciones, hoy no he podido
ir a tomar los rayos UVA, fastidio oye que mi hermano no pudo piratearme los
mapas para el navegador, no tengo zapatos a juego con este pantalón, me sobran
15 gramos y no soy capaz de perderlos, no he conseguido hotel para este fin de
semana, etc. etc. etc.
Mientras nos quejamos de todo esto, cuando salimos a
comprar, y voy a referirme sólo a alimentos, nuestro grado de despreocupación
es tal que no dudamos en tirar de todos esos alimentos envasados que se exponen
en los estantes de las grandes superficies y que no es mas que una forma de obligarnos
a consumir mucho más de los que necesitamos. Si necesitas un ajo, te llevas una
bolsa y si el resto no lo consumes, pues lo tiras, ¡qué mas da!. Si sois dos y
queréis comer un filete, resulta que las bandejas traen seis, el resto ...¡qué
más da!. Que te apetecen unas setas, ya se encargarán en darte una bandeja de
no más de 100 gramos por la que te van a cobrar un equivalente a 60 euros el
kilo. Sí, así consumimos, podría poner miles de ejemplos, pero me paro, no voy
a martirizaros.
Y todo esto, ¿a qué venía?, sí hombre venia, a que
mientras nosotros, los habitantes del mal llamado primer mundo, pasamos la
mayor parte de nuestras vidas quejándonos de la abundancia en la que vivimos,
hay cientos de millones de personas que se mueren de hambre. No es que no
tengan para calzarse o para vestirse o para estudiar o para tener un sitio para
cobijarse por las noches, no, no me estoy refiriendo a, en sus mentes, esas
cosas innecesarias, simplemente me estoy refiriendo a que no pueden comer, a
que no pueden mantenerse con vida, a que mueren de hambre.
Si cada uno de nosotros fuésemos capaces de mantener a
uno de estos seres humanos y una vez cubiertas sus ínfimas necesidades de
subsistencia, les ayudásemos a desarrollar su propios modos de subsistencia,
conseguiríamos un mundo un poco más justo.
ONU, ONGs y demás intermediarios, han fracasado, a lo
mejor tenemos que movernos a nivel particular, sólo a lo mejor.
JC
Publicado el 21 de julio de 2011
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